This article was originally published in The Notebook. In August 2020, The Notebook became Chalkbeat Philadelphia.
Jennifer Graham dice que no le preocupa lo que los investigadores y educadores llaman “pérdida de aprendizaje durante el verano”, pero de todos modos está haciendo algo al respecto.
Cuando estaba buscando actividades de verano para su hija de 9 años Talitha Roberts, ella escogió una que tiene – según ella expresó – “un elemento de educación”.
“Tenía varias opciones”, dijo Graham, mencionando un campamento de baile, un centro de cuidado diurno y un programa en una iglesia.
Pero Talitha asistirá al Campamento PCAT del Centro de Arte y Tecnología de Filadelfia en West Oak Lane.
Talitha ya tiene una idea de qué esperar: Ella fue a ese campamento el año pasado y asiste regularmente al programa de actividades después de la escuela del PCAT.
“El verano pasado hicimos ciencia: mezclamos maicena con agua y cuando uno se pone esa mezcla en las manos las manos se sienten más suaves”, dijo ella. Hubo también excursiones a un parque, tiempo para usar computadoras y ejercicios “para gastar energía”, recuerda ella.
Esto hace que Graham se sienta tranquila porque Talitha regresará a la escuela en septiembre “lista para continuar. Tendremos que ver qué hacemos al fin del verano, pero el tiempo sin actividades no será mucho – no será casi nada”.
Ese tiempo de inactividad, cuando los estudiantes no están dedicándose a asuntos académicos, es la causa mayor de la “pérdida de aprendizaje en el verano”. Las investigaciones no dejan duda de que los estudiantes pierden conocimientos en matemáticas, lectura y preparación académica durante las semanas de inactividad que comprenden desde el último día de clases en junio hasta el comienzo de la escuela en septiembre.
Los riesgos son mayores para los estudiantes de pocos ingresos. Cuando llegan a la escuela intermedia, lo que han perdido por falta de programas de verano de alta calidad es la causa principal de una brecha cada vez más amplia en desempeño académico que los separa de sus compañeros que son parte de la clase media.
Y lo que se perdió en el verano impacta el aprendizaje en el otoño. Según el National Summer Learning Association de Verano (un defensor líder de la causa), los maestros reportan que tienen que dedicar de tres a cuatro semanas a volver a enseñar conceptos que los estudiantes habían aprendido en la primavera anterior. Por supuesto, esta redundancia en la instrucción ocurre a expensas de los planes de enseñanza del otoño.
Sin embargo, la iniciativa que desde hace diez años ha tratado de promover la escuela de verano para los estudiantes de Filadelfia se ha atascado. La crisis presupuestaria ha causado que el Distrito limite muchísimo sus ofertas de verano.
Sólo unos 2,000 de los 140,000 estu-diantes del Distrito participarán en los programas de verano del Distrito este año – una suma sumamente diferente a la de los veranos del 2009 al 2011, cuando decenas de miles de estudiantes asistieron al programa Summer Learning and More (SLAM) que estaba siendo financiado con millones de dólares de estímulo federal.
Aunque la falta de programas del Distri-to es un problema, decenas de miles de estudiantes participarán en campamentos de la ciudad que procuran mezclar una dosis de destrezas académicas con actividades típicas de verano.
Algunos datos específicos:
- El Departamento de Parques y Recre-ación de la Ciudad espera recibir a unos 10,000 niños en 140 campamentos diurnos en toda la ciudad – y estará proporcionando almuerzo. El verano pasado, el departamento sirvió 3.2 millones de comidas en los varios campamentos. El Departamento también opera 70 piscinas, programas de deportes y varios campamentos especializados.
- La iniciativa Out-of-School Time (OST) del Departamento de Servicios Humanos, que coordina los programas después de la escuela de aproximadamente 70 agencias, respalda más de 140 campamentos de verano ofrecidos por los mismos grupos. El año pasado, esos campamentos de seis semanas atendieron a 10,500 estudiantes.
- La Free Library of Philadelphia proyecta que más de 50,000 niños y adolescentes irán a las bibliotecas este verano. Entre sus actividades están el desafío de lectura “20 Million Minute”, talleres de ciencia Science in the Summer, y trabajar con textiles electrónicos, lo último en tecnología que integra luces pequeñitas y sensores en la ropa.
“En nuestros campamentos, queremos que los jóvenes mantengan las destrezas que les ayudarán a desempeñarse bien en el salón de clases pero que traten cosas nuevas. Queremos que se diviertan”, dijo Lorraine McGirt, administradora del programa OST.
Ellos hacen énfasis en enriquecimiento académico y aprendizaje haciendo proyectos – el mismo enfoque que el OST apoya en los programas después de la escuela.
Sin embargo, aun con todas las actividades de la ciudad más numerosos campamentos privados y ligas deportivas, no se cuenta con un recuento fiable de cuántos estudiantes de la ciudad participan – o no participan – en los programas de verano. El proyecto OST tiene un método mejorado de recolección de datos que quizás ayude a contestar esa pregunta en un par de años.
Los costos son impedimento
Para familias como la de Talitha, el desafío es encontrar un programa que se ajuste a su itinerario, bolsillo y necesidades.
Paisley Gibson-White, hija de 8 años de Leslie Gibson, también asistirá al campamento de verano del PCAT. Como Graham, ella buscó algo que incluyera un componente explícito de aprendizaje.
“Yo quería ver algo que se basara en proyectos, algo en lo que ella aplicara destrezas”, dijo Gibson. El año pasado Gibson sacó a Paisley de otro campamento. “Cancelaban excursiones, y cuando le preguntaba qué había hecho, me decía ‘sólo jugamos’”, dijo ella.
El campamento les costará $600 por seis semanas y termina a mediados de agosto, unas tres semanas antes de que comiencen las clases en la mayoría de las escuelas del Distrito y chárter. “Toma mucho tiempo y recursos financieros”, dijo Gibson, “pero es de gran beneficio”.
Sin embargo, para otras familias el costo es un impedimento. Marsettis Jackson de Overbrook dijo que su hija – una madre soltera de dos niñas y un varón – no pue-de pagar esa cantidad. “Cuando se tienen tres niños, el total es mucho dinero. Y los lugares que uno puede pagar – son baratos pero no son seguros”, dijo ella. Además, dijo ella, las horas de campamento no se ajustan al horario de los padres que trabajan.
Varias generaciones de la familia Jackson ayudarán a cuidar a los niños de 7, 9 y 13 años, que pasarán la mayoría de los días de la semana con su bisabuela de 80 años. Para mantener sus destrezas al día, los tres tendrán que leer libros y preparar informes – tareas que les asignaron sus maestros de la Escuela Chárter Institute of Science and Technology en Harambee.
“Buscar cada año un campamento, algo para que hagan, es un dilema”, dijo el abuelo de los niños Bob Jackson.
El Distrito recortó sus operaciones de verano en el 2012, y este verano no será diferente. Habrá cursos para los estudiantes senior que necesiten un par de créditos para graduarse, servicios extendidos para estu-diantes de educación especial cuyo plan individual de educación lo requiera, y los llamados programas ‘de puente’ en el verano ofrecidos en unas cuantas escuelas superiores y financiados con fondos del Departamento del Trabajo de EEUU para estudiantes que acaban de salir de 9no grado.
No obstante, el alcance del programa es “pequeñito, pequeñito”, dijo Vicki Ellis, quien supervisa el esfuerzo en la Oficina de Enriquecimiento Académico y Apoyo del Distrito.
En el 2010, año en que un promedio de 33,000 a 36,000 estudiantes asistieron diariamente, el Distrito analizó los resultados de una muestra de los asistentes. “Si los niños asistieron a SLAM, mostramos estadísticamente que la pérdida de aprendizaje fue mucho menor”, dijo Ellis.
Pero al llegar el año pasado, tanto el dinero del estímulo como el programa SLAM se habían terminado.
No es lujo
Gary Huggins, funcionario ejecutivo del National Summer Learning Association, dijo que algunos distritos han aceptado que las clases de verano no son “adicionales o un lujo” sino esenciales para alcanzar los objetivos de preparación para la universidad.
La tendencia es hacia adoptar una “nueva visión” de la escuela de verano. “Tienes que atraer a los niños al programa. El rigor académico es importante, pero divertirse también lo es”, dijo Huggins.
El Distrito Escolar de Pittsburgh, por ejemplo, decidió “cambiar por completo el modelo de escuela de verano como castigo” y combinar “clases interesantes” con actividades divertidas, dijo Christine Cray, directora de la Summer Dreamers Academy.
El programa atendió el año pasado a 2,300 estudiantes entre K y 8vo grado – casi 10 por ciento de la matrícula total de K-12, y a un costo de aproximadamente $1,200 por estudiante. El programa está financiado con dinero federal del Título I además de apoyo financiero de fundaciones locales y nacionales.
“Somos más baratos por hora que las clases de remediación durante el año escolar regular, y estamos viendo excelentes resultados”, dijo Cray.
Aunque los recursos sean limitados, los líderes del distrito y la ciudad pueden “comunicarse con el público sobre la importancia de mantener a los estudiantes activos durante el verano”, dijo Huggins. En Chicago, por ejemplo, el Alcalde Rahm Emanuel está dirigiendo la iniciativa pública-privada “Summer of Learning”, la cual incluye insignias que los niños pueden presentar durante excursiones para acumular créditos electróni-cos que les permitirán recibir premios.
Los maestros también pueden advertirle a los padres sobre el riesgo de “resbalar en el verano” en las reuniones del fin de año escolar.
Así es como una maestra de Kinder convenció a Princetta Rogers a que consiguiera programas para sus tres hijos. Los dos menores, Faith de 15 y Josiah de 10 años, asistirán por segundo año a un campamento en la Escuela Elemental Morrison de la sección Olney.
“Mucho de lo que aprenden… si el cerebro no continúa recibiendo información académica durante el verano, ellos pierden lo que aprendieron”, dijo Rogers.
El verano pasado, los niños en Morri-son investigaron cómo se construye un auto, y luego construyeron un carrito suficientemente grande como para que los estudiantes más pequeños lo operaran. “Tuvieron que usar destrezas avanzadas de computadoras y hacer un informe que demostrara que entendieron lo que aprendie-ron”, dijo Rogers. “Fue fantástico para los varones, y a las niñas también les interesó”.
“Nos aseguramos de que los niños estén protegidos y participando en actividades divertidas y que continúen aprendiendo durante el verano”, dijo Charline Kent, que tiene a su cargo supervisar el programa de Morrison y otros dos programas de verano/después de la escuela para la organización Korean Community Develop-ment Services. “Uno lo hace divertido. Ellos quieren estar aquí”.
“El verano”, dijo Huggins de National Summer Learning Association, “representa un agradable receso de la escuela. Pero no debe ser un receso del aprendizaje”.