Una escuela que “prende la chispa del aprendizaje”

This article was originally published in The Notebook. In August 2020, The Notebook became Chalkbeat Philadelphia.

El salón parece más una cómoda sala de hogar, ya que tiene una vela con fragancia, un sofá y mesitas.

Diez estudiantes están discutiendo los personajes y las escenas de su proyecto, una obra teatral de asuntos de adolescentes, con la orientadora Khara Schonfeld y un profesional de teatro visitante.

Una de las estudiantes, Mary Cruz González, está nerviosa. “¿Tengo que hacer esto frente a un público?”

Schonfeld la tranquiliza. “Mary, yo sé que tú puedes. Llegó tu momento”.

Moviendo los muebles un poco, el salón de clases se convierte en espacio de ensayos. Los varones improvisan una escena sobre la presión de grupo; las niñas les dan sugerencias en voz alta.

El Centro de Estudiantes, ubicado en el segundo piso de lo que antes era una escuela católica cerca de Norris Square en Kensington, abrió sus puertas en septiembre como una colaboración entre Big Picture Learning y el Congreso de Latinos Unidos. En Centro tiene aproximadamente 150 estudiantes y es una de seis nuevas escuelas aceleradas este año.

La organización sin fines de lucro Big Picture ha establecido su modelo de aprendizaje en base a proyectos en más de 60 escuelas de EE.UU. e internacionalmente, basándose en el lema “un estu­diante a la vez”.

“Esta estrategia se basa en proyectos y en trabajar con los muchachos donde están”, dijo David Bromley, director ejecutivo de Big Picture Philadelphia. “Es determinar cuáles son sus pasiones e intereses, pero también sus fortalezas y áreas débiles”.

Los estudiantes, dijo Bromley, “han batallado mucho en su pasada experiencia educativa, y no fue su culpa”. Muchos vienen con niveles bajos de alfabetismo y matemáticas. Muchos de los varones tienen antecedentes en el tribunal de delincuencia juvenil, y muchas de las muchachas están embarazadas o tienen hijos.

En El Centro, ellos escriben obras de teatro y actúan en ellas, hacen documentales, mantienen crónicas de los cambios en el vecindario y trabajan en sus negocios y organizaciones.

María Guaranda, de 17 años, abandonó una escuela disciplinaria hace un año y medio. En El Centro ha encontrado una nueva dirección.

“Trabajamos a nuestro propio paso y escogemos nuestros propios proyectos”, dijo Guaranda. “Si quiero hacer un proyecto sobre mi mamá, puedo hacer un proyecto sobre ella. Sólo tengo que asegurarme de incluir matemáticas, lectura y estudios sociales”.

Los estudiantes en El Centro pasan tres días en la escuela y dos días en prácticas. “Me gusta trabajar con la juventud y por eso estoy haciendo la práctica en The Attic, un centro de jóvenes”, dijo Guaranda.

Otros estudiantes están en centros de cuidado de niños, hospitales, estudios de grabación, talleres de hoja­latería, gimnasios y tiendas de ciclismo. “Lo que nos interesa es encontrar cual­quier cosa que encienda la chispa del aprendizaje”, dijo Bromley.

Los orientadores (como se les llama a los maestros) fomentan la confianza de sus estudiantes. “Los maestros no son sólo un maestro en la escuela; son como un segundo padre o madre”, dijo Gua­randa. Cada orientador está certificado en un área de contenido y permanece con el mismo grupo de 15 estudiantes hasta que se gradúen. Los orientadores se apoyan entre sí enseñando todas las materias.

La Principal Laura Davis trabajó por tres años en Capitol Hill antes de completar su grado en educación. Antes de unirse a Big Picture Philadelphia, trabajó como maestra de escue­la intermedia y orientadora fundadora de una escuela de Big Picture en Nashville.

Durante el verano, ella y otro empleado se acercaron a grupos comunitarios, pusieron mesas en la entrada de tiendas, y tocaron puertas en Kensington para reclutar estudiantes. Sólo hay un requisito para ser admitido: asistir a una orientación u open house.

“Para que tengan éxito en este tipo de escuela, los estudiantes y sus padres tienen que creer en su filosofía”, dijo ella.

Agatha Kofa, de 17 años, abandonó la Escuela Superior Lincoln después de tener a su hija. Por no tener suficientes fondos para pagar una escue­la católica, se matriculó en El Centro un mes después de inaugurado.

“Al principio fue difícil porque [mi maestro y yo] peleábamos mucho”, dijo Kofa. Pero el orientador le enseñó a Kofa cómo ser menos confrontacional y ahora está en camino a graduarse en más o menos un año.

Si todo sale bien, saldrá con un diploma y también con experiencia en el campo que le interesa, cine. Está trabajando en un video sobre las metas futuras de sus compañeros.

En el salón de Schonfeld, Ricky Rosario y Víctor Rivera (compañeros de Kofa) están dibujando en sus cuadernos y concentrados en la obra de teatro sobre la presión de grupo. Rivera, cuyo personaje es un vendedor de drogas, está tratando de convencer a Rosario de que “lo defienda” en la esqui­na.

Rosario titubea. Está entre la espada y la pared; quiere ayudar a su amigo pero no desea meterse en más problemas.

“No quiero ir a la cárcel”. Y se va caminando.

Durante la presentación final ante la escuela varias semanas después, los estudiantes aplaudieron encantados y querían más.

“A los otros estudiantes de la escue­la les gustó mucho porque se trataba de asuntos que ellos enfrentan en la vida”, dijo Schonfeld. “Fue un triunfo para nosotros”.