A pesar de la pérdida y la soledad, el año fue todo menos “perdido”, dice esta maestra de matemáticas de NYC

Nancy Yeh, center, poses with two of her students to celebrate College Decision Day. Decorations and gold balloons denote the year 2019.
Nancy Yeh, centro, posa con dos de sus estudiantes. (Courtesy of Nancy Yeh)

Durante el último año, Nancy Yeh ha acompañado a sus estudiantes de escuela superior durante la muerte de seres queridos, presiones financieras, inseguridad en vivienda y la carga mental de atravesar sus años de formación durante una pandemia mundial.  

 “La pandemia ha arrasado con nuestra comunidad”, dijo Yeh, graduada de MIT que enseña matemáticas. “[Yo conozco] estudiantes con padres abusivos o ausentes, estudiantes sin hogar, estudiantes en hogares de crianza (foster homes), estudiantes que tenían que trabajar en turnos ilegales de 12 horas después de la escuela simplemente para ayudar a alimentar a su familia”

 Aun con todo esto, Yeh quiere que la gente deje de llamar “perdido” al periodo de aprendizaje en computadoras.

 “He tenido niños que me han dicho que sienten que este año escolar fue un desperdicio porque todo el mundo a su alrededor lo dice”, dijo a Chalkbeat. “Hemos establecido una agradable camaradería en clase, con muchas bromas en el chat de Zoom y aprendiendo mucho a través del video de Zoom. Mis estudiantes de Cálculo AP están aprendiendo la misma cantidad de matemáticas que hubiesen aprendido en persona”

 Yeh fue una de los más de 275 educadores, padres y estudiantes que se comunicaron con Chalkbeat cuando, como parte de nuestra asociación con Univisión 41 (Pandemic 360), les pedimos a nuestros lectores de Nueva York y Newark que nos contaran cómo la pandemia afectó a sus comunidades escolares.

Este es su cuarto año enseñando álgebra, cálculo e inglés como nuevo idioma en la escuela Bronx Latin de la Ciudad de Nueva York. Al igual que los maestros de todo el país, pasó el último año ajustándose al aprendizaje completamente virtual antes de cambiar de nuevo a un híbrido de clases presenciales y virtuales.

Yeh habló con Chalkbeat sobre cómo fomentó comunidad en su salón virtual, cómo la pandemia ha intensificado las desigualdades en su comunidad escolar, y qué tomando en cuenta las dificultades de este año, qué apoyos específicos de salud mental y aprendizaje espera que las escuelas incorporen.

Esta entrevista ha sido levemente editada para acortarla y hacerla más precisa.

 ¿En qué momento decidió convertirse en maestra?

Durante la universidad trabajé en una organización educativa sin fines de lucro y me encantó la experiencia, pero nunca pensé en convertirme en maestra hasta que empecé a trabajar a tiempo completo. Mi campo era la banca de inversión y, aunque tuve mucha suerte y un equipo de compañeros maravilloso, el trabajo me pareció un poco aburrido. Quería hacer algo que tuviera impacto en mi comunidad, siempre había adorado a mis maestros y me encantaba la escuela, y los niños siempre me han parecido divertidísimos y lindos, así entré al programa de certificación New York Teaching Fellows.

Cuando le escribió a Chalkbeat, mencionó una serie de retos provocados por la pandemia: agotamiento, estrés y tener que recaudar fondos para su propio equipo de protección. ¿Qué le ha ayudado a superar esta temporada tanto en lo personal como en lo profesional?

Vivo la vida un día a la vez. El asistente de principal que dirige mi escuela en persona es increíble, y también hay otros excelentes colegas en el edificio que me han ayudado a mantener la cordura. Por cierto, quiero destacar la labor del equipo de conserjes de la escuela, el equipo de seguridad escolar, el personal de la cafetería y los consejeros académicos. Mi esposo ha sido mi roca todo este tiempo, y mi mejor amiga es médico en una unidad de cuidados intensivos en Brooklyn. Nada me da más perspectiva que escuchar cómo fue su día en el hospital. Mi gato es otro cuento, pero a veces me deja acariciarlo cuando tengo un día difícil. 

En sus respuestas a Chalkbeat, usted dijo: “Un 70% de mis estudiantes está prosperando” ¿Qué ha hecho que a algunos estudiantes les vaya bien con el aprendizaje en línea? ¿Cómo estableció esa camaradería en el salón de clases virtual?

Les pregunté lo mismo a mis estudiantes, y el consenso general fue que estar en línea y en sus propias habitaciones significó que podían concentrarse en la clase sin distracciones. No hay amigos tratando de contarles el último drama, y tampoco tienen la distracción de ver al chico o chica que les gusta al otro lado del salón. Además, yo grabo mis clases para que puedan repasar el trabajo más tarde y aprender a su propio ritmo si no terminan algo durante la clase. Los exámenes en línea son notas abiertas, lo que ayuda a aliviar la ansiedad asociada con tomar un examen.

Sin embargo, todos ellos también hablaron de la soledad: estar en casa todo el día puede facilitar el estudio, pero no hace amigos. Este año, comenzamos una clase de asesoría para estudiantes de primer año. Dedicamos 45 minutos cada lunes y miércoles a diferentes temas relacionados con el aprendizaje socio-emocional y el activismo civil. También vemos documentales juntos y vamos comentándolos por el chat (The Social Dilemma fue un gran éxito). También hicimos muchos ejercicios de acercamiento con la comunidad. Yo dividía a los estudiantes en grupos virtuales en Zoom y les pedía que usaran un documento de Google para contestar preguntas como: ‘¿Qué hace que cada persona sea especial?’ o ‘Doy gracias por ____’. Como todos eran mencionados en algún momento, nadie se sintió excluido, y como se escribía de forma anónima, los estudiantes perdían el miedo a compartir cosas más profundas y significativas.

Mencionó que incluso antes de la pandemia su escuela no tenía los recursos que necesitaba. ¿Cómo se intensificaron esas desigualdades durante el último año?

 La desigualdad más obvia es el propio edificio escolar. Durante mi primer año de docencia, parte del techo de mi salón se derrumbó sobre una fila de pupitres (afortunadamente) vacíos. Nosotros compartimos el edificio con una escuela chárter y otra escuela pública. Los salones de ciencias no tienen hornillas de gas que funcionen, y por lo tanto no podemos hacer los divertidos e informativos laboratorios que yo hacía cuando estaba en escuela superior. Pero de todos modos, tampoco tenemos recursos suficientes para comprar inventario de químicos y equipos de laboratorio. Tenemos una escasez crónica de personal y no podemos retener a los maestros buenos porque se sienten abrumados al tener que dar cinco o seis clases de 30 a 34 estudiantes todos los días. Recaudamos fondos para todo: yo empecé un banco de alimentos durante el cierre del gobierno en 2019, cuando las familias recibieron los cupones de alimentos de febrero a mediados de enero y tuvieron que hacerlos estirar hasta marzo.

 

Esto fue solamente en el edificio de la escuela, por supuesto. Los estudiantes tenían sus propias dificultades en casa, que a menudo teníamos que acomodar durante el día escolar. Había estudiantes con padres abusivos o ausentes, estudiantes sin hogar, estudiantes en hogares de crianza (foster homes), estudiantes que tenían que trabajar en turnos ilegales de 12 horas después de la escuela simplemente para ayudar a sostener a la familia (un problema mayor entre mis estudiantes de año senior), estudiantes con hambre crónica, violencia de pandillas, estudiantes que tenían miembros de la familia o seres queridos encarcelados, y estudiantes que cumplían la función de cuidar a los hermanos menores. 

Todos necesitaban un apoyo emocional y académico y social diferente dentro del salón de clases y de nuestros consejeros y paraprofesionales. Desgraciadamente, nuestros consejeros tampoco dan abasto: tenemos dos consejeros de escuela superior que atienden a casi 400 estudiantes y un consejero de escuela intermedia que atiende a más de 200 estudiantes.

¿Cómo siente que la comunidad escolar ha apoyado a los estudiantes que están teniendo dificultades por haber perdido seres queridos o por problemas financieros?

Contamos con consejeros maravillosos y un coordinador de padres que se esforzaron más que nunca durante esta pandemia, haciendo visitas frecuentes a los hogares e incluso llevando alimentos. Los trabajadores de la cafetería han estado aquí todos los días preparando desayunos y almuerzos que cualquier persona en la comunidad podía venir a recoger después de haber atendido a todos los estudiantes. Los maestros, como yo, nos limitamos a proporcionar todo el amor y el apoyo que podemos. Muchos estudiantes tienen mi número de teléfono y me envían mensajes solo para charlar.

¿Qué apoyos específicos de salud mental y aprendizaje quiere que las escuelas añadan, teniendo en cuenta las dificultades de este año?

Necesitamos salones de clase más pequeños, punto. La única manera de reducir el tamaño de las clases es contratar más maestros y construir más escuelas y salones. Entiendo que esto es increíblemente costoso, así que dudo que ocurra, pero para los maestros sería mucho más fácil separar los apoyos de aprendizaje dentro del material de contenido y poder conocer a cada estudiante a nivel personal. 

Tal vez las peticiones más razonables serían contratar más consejeros y psicólogos en las escuelas, proporcionar fondos para clases particulares después de la escuela o sesiones en los sábados, proporcionar fondos para actividades extracurriculares no académicas, y asociarse con organizaciones locales sin fines de lucro para que ellas vengan y dirijan un club de cocina, o un club de jardinería, o un curso de fotografía. También podríamos empezar a programar una sesión regular de asesoría al menos dos veces a la semana para que los estudiantes puedan volver a socializar entre ellos en un entorno no académico, con un currículo enfocado en habilidades socio-emocionales, por ejemplo cómo manejar emociones fuertes, mantenerse motivado y conectar con los compañeros de manera saludable.

Háblenos de su propia experiencia con la escuela y de cómo afecta su trabajo ahora.

Siempre me ha gustado la escuela. Me mudé a Canadá desde China cuando era pequeña, así que el inglés era mi segundo idioma. Pero también tuve maestros sumamente cariñosos y comprensivos desde primaria hasta intermedia que me hicieron sentir bienvenida y en casa. Volvimos a mudarnos, esta vez de Canadá a Estados Unidos, y acá estudié desde la segunda mitad de intermedia hasta toda la escuela superior. En esos años también tuve una experiencia estupenda. Mis maestros eran brillantes y tenía recursos increíbles a mi disposición. Prosperé académicamente y estudié universidad en MIT, donde tuve aún más recursos a mi alcance y estuve rodeada de absolutos genios. También he tratado de darles a mis estudiantes acceso a los mismos recursos (o similares) que yo tuve cuando era adolescente: con el principal de mi escuela, solicité y recibí un grant de $20,000 para crear un club de robótica.

Mis compañeros, maestros y profesores me inspiraron a aprender y a amar el aprendizaje, y llevo ese amor por el aprendizaje a mi clase todos los días.

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