Dos hermanos hispanos querían ir a la universidad en Colorado. Aquí te contamos por qué solamente uno lo logró.

Two brothers sit on opposite sides of the couch, one doing schoolwork on a Mac laptop while the other looks down at his phone. The walls and tables of the living room are adorned with pictures, flowers and a large crucifix.
Los hermanos Hernández esperan que sus dos hermanos menores puedan seguir los pasos de Luis y, con el tiempo, asistir a la universidad. (Eli Imadali for Chalkbeat)

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La alarma de Jimy y Luis Hernández los despierta antes de que salga el sol.

Los hermanos intentan moverse en silencio por la casa de sus padres en el noreste de Denver para no molestar a sus hermanos.

Luis, de 18 años, podría ver las noticias o ayudar a su mamá a preparar el almuerzo antes de salir hermano a la fábrica de cartuchos de tóner donde trabaja a tiempo parcial para ayudar a pagar la universidad. Está matriculado en la Metropolitan State University (MSU) en Denver.

Jimy, de 21 años, suele no pasar por la cocina porque se apresura a prepararse para su trabajo a tiempo completo pavimentando asfalto en una empresa de construcción. Él quería ir a la universidad, pero no pudo encontrar la manera de lograrlo.

Las rutas opuestas de los hermanos destacan los retos que enfrentan los varones hispanos para poder entrar a la universidad... y también para graduarse.

En Colorado, la mayoría de los graduados de secundaria hispanos siguen un camino más parecido al de Jimy. Menos de la mitad va a la universidad - una tasa inferior a la de los varones negros y las mujeres hispanas.

Jimy Hernández, en el medio, camina por la cocina de su casa de Denver mientras su mamá, Mariela Hernández, prepara burritos de chicharrón para la familia antes de que todos salgan a trabajar. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Pero incluso cuando entran a la universidad, como Luis, las probabilidades siguen estando en su contra. Solamente un 41% de los hombres hispanos que asisten a las universidades públicas de cuatro años de Colorado consiguen graduarse, según datos federales recientes. En los colegios comunitarios, menos de un tercio se gradúa.

Y todo esto resulta en enormes disparidades. Entre los estados, Colorado tiene una de las poblaciones más educadas, pero solo una cuarta parte de los residentes hispanos tiene una credencial universitaria, la cifra más baja de todos los grupos. Esto es en comparación con un 61% de todos los residentes de Colorado.

Esta diferencia supone un alto costo para las finanzas de las familias en un estado en el que 1 de cada 5 personas se identifica como de origen hispano. Además, tiene implicaciones para la prosperidad del estado. Para que Colorado cumpla su propia meta de que un 66% de sus residentes tengan una credencial universitaria, es esencial conseguir que más varones hispanos se matriculen y terminen la universidad.

En Colorado y en todo el país, sin embargo, los varones hispanos uniformemente se han pasado por alto en lo que respecta a la educación superior, dijo Wil Del Pilar, vicepresidente de política de educación superior de Education Trust.

“No creo que se hayan enfocado en eso”, dijo Pilar. “Si uno no está representado en la mesa o no empuja a la gente a pensar en esta población de estudiantes, creo que a menudo se les olvida que existen.”

Obstáculos a la educación superior

Múltiples razones llevan a que los varones hispanos a menudo no puedan recibir una educación universitaria.

Una de las barreras es el dinero. En Colorado, las familias hispanas tienden a tener ingresos menores al promedio del estado. Muchos varones hispanos quizás son los primeros de su familia en ir a la universidad. Ellos no pueden dejarse llevar por la familia para saber cuándo empezar a prepararse, dónde solicitar o cómo conseguir ayuda financiera.

Y a esto se le añaden las expectativas de algunas familias de que ayuden a sostener el hogar o a cuidar de los hermanos.

Si llegan al campus, los varones hispanos podrían descubrir que no hay mucha gente que comparte sus experiencias y entiende sus retos. Menos de uno de cada 10 profesores son hispanos, algo importante para que los estudiantes se sientan bienvenidos y para ayudarles a conectar con mentores que puedan guiarles.

5:51 a.m: Luis Hernández, a la derecha, mira las noticias mientras su mamá, Mariela Hernández, limpia la cocina antes de que ambos se vayan a trabajar a una fábrica de cartuchos de tinta y tóner. Su mamá y Luis trabajan en el primer turno del día para que él pueda ir a la Universidad Estatal Metropolitana de Denver. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Un camino nuevo hacia la universidad

Desde que eran niños, los hermanos Hernández entendieron que la universidad era una expectativa.

Como inmigrantes del estado mexicano de Zacatecas, sus padres Mariela y Jaime les recalcaron que hay que aprovechar todas las oportunidades en Estados Unidos. La universidad les abriría nuevas carreras en campos que estarían bien pagados y les aseguraría que iban a trabajar duro con sus mentes y no con sus espaldas.

“Mi sueño siempre ha sido que mis hijos tengan una vida mejor que la que yo tuve”, dijo Mariela Hernández. “Quiero que crezcan y hagan lo que les gusta, que no tengan que trabajar tanto como yo. Quiero que tengan una vida bonita.”

Pero la trayectoria de los hermanos Hernández resalta cómo el sistema universitario de Colorado (y del país) produce resultados desiguales, incluso dentro de la misma familia.

Luis ayuda a su mamá, Mariela, a trabajar en una fábrica de cartuchos de tinta y tóner. Ella le ayudó a conseguir el trabajo para pagar sus estudios en la Universidad Estatal Metropolitana de Denver. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Tres años después de graduarse del Denver Center for International Studies en Montbello, Jimy Hernández tiene una rutina diaria que no había anticipado. En la secundaria, Jimy era un estudiante con desempeño mediano pero se esforzaba y disfrutaba de la escuela. Él sentía que la universidad podía estar en su futuro. Consideró entrar en un programa de soldadura o en especializarse en artes culinarias o en convertirse en barbero.

Sus padres estaban involucrados en su educación. Ellos iban a todas las reuniones de padres y maestros y le animaron a triunfar.

Jimy trató de mantenerse involucrado en la escuela y en las actividades extracurriculares. Tomó el examen ACT y completó los cursos usuales de secundaria. Le gustaba especialmente la historia.

Los maestros y los orientadores académicos sugirieron que solicitara admisión a las universidades. Pero esa sugerencia no vino acompañada de asesoramiento práctico individual. Al no tener ayuda, no sabía por dónde empezar.

“Para ser honesto, los orientadores académicos realmente ayudaron más como los estudiantes de honor y todo eso”, dijo Jimy.

Jesse Ramírez, cuya Organización INSPiRE brinda mentoría para ayudar a estudiantes a entrar a la universidad, dijo que ha encontrado que muchos varones hispanos como Jimy simplemente son pasados por alto. Quizás alguien les hable de la universidad, pero rara vez se les proporciona ayuda práctica, dijo Ramírez.

La clave, dijo, es trabajar con los estudiantes y recordarles la universidad como opción constantemente para que no se desanimen. “Nosotros podemos mostrarles que, sea cual sea su pasión, una educación universitaria puede resaltarla”, dijo Ramírez.

Él ha encontrado que también ayuda tener hombres hispanos exitosos como mentores.

Sin nada de eso, Jimy nunca completó la Solicitud Gratuita de Ayuda Federal para Estudiantes (FAFSA), que abre las puertas a becas, y también a préstamos y grants del gobierno federal. Él solicitó algunas becas y recibió $1,000, pero no pudo decidir a qué universidad ir.

No sabía que las universidades comunitarias ofrecen muchos de los programas que le interesaban por una fracción del costo de las instituciones privadas con fines de lucro. Tampoco sabía por qué era importante llenar la FAFSA.

Lincoln College of Technology, la única universidad que trató de reclutarlo (privada y con fines de lucro), estaba económicamente fuera de su alcance. Un asesor le dijo a Jimy que graduarse con un diploma de soldadura le costaría unos $60,000. Esa cantidad de dinero era abrumadora.

Jimy sabía que ir a la universidad le permitiría ganar más dinero más adelante. Los datos federales muestran que los hombres con diploma universitario de cuatro años ganan en promedio casi $1 millón más durante toda su vida laboral que los que solamente se graduaron de secundaria. Y los graduados de una universidad comunitaria también ganan más.

Los hermanos Jimy y Luis se relajan en la mesa después de un largo día de trabajo y estudios. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Pero la realidad de renunciar a un sueldo fijo y asumir una deuda mayor le llevó a optar por trabajar. Fue cambiando de trabajo y finalmente aterrizó en la empresa de pavimentación de asfalto, que le ofrecía un sueldo de $21 por hora con beneficios y la oportunidad de progresar. Y su mamá dijo que está orgullosa de él — y de todos sus hijos — por lo mucho que trabaja.

Jimy se siente orgulloso de que su hermano pequeño esté logrando sus objetivos y sigue alimentando sus propios sueños universitarios. Pero Jimy no sabe por dónde empezar para volver a estudiar o quién podría ayudarle a saber cómo hacerlo.

Él recuerda cuando tuvo que decirles a sus papás que no iba a ir a la universidad. Podía sentir la decepción de ellos.

“Mis papás realmente no podían ayudarme”, dijo. “Luego, mi mamá entendió.”

Cómo Luis encontró un camino

Entonces, ¿cómo Luis consiguió entrar a la universidad, especialmente cuando se encontró con muchas de las mismas barreras que su hermano?

Luis también trabajó duro y trató de mantenerse activo. Fue parte del grupo que preparó el anuario de la escuela y tomó clases de inglés AP, geografía AP, y otras clases de nivel avanzado y universitario.

Fue uno de los pocos afortunados de su secundaria, predominantemente hispana, en ir a la universidad. En el año escolar 2019-20, aproximadamente una cuarta parte de los estudiantes de DCIS Montbello decidió obtener una educación postsecundaria, en comparación con casi la mitad de los graduados de las escuelas públicas de Denver.

Luis, a la derecha, toma notas en su clase de la tarde sobre atención informada por el trauma, donde el tema de la lección del día era la resiliencia. Él ha obtenido apoyo a través del programa Pathways to Possible para estudiantes desfavorecidos. No cree que hubiera podido asistir a la universidad si no fuera por el programa. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Aunque Luis apenas sabía por dónde empezar, el personal del Programa Pathways to Possible de MSU Denver se comunicó con él y le orientó sobre dónde ir, cómo pagar por la universidad, cómo elegir las clases y cómo matricularse en ellas.

Eso marcó la diferencia.

Mariela y Jaime celebraron el día en que Luis empezó la universidad llevando a la familia a cenar a un restaurante mexicano. Mariela sigue hablando de lo orgullosa que está de Luis.

“Es una bendición”, dijo Mariela. “Estoy agradecida con Dios, con mi esposo y conmigo misma por todo el trabajo que hemos hecho para que esté ahí.”

La graduación no es una garantía

Antes de la pandemia, solamente 1 de cada 5 varones hispanos terminaba una carrera universitaria de cuatro años en MSU Denver.

En su defensa, los funcionarios de la MSU de Denver dicen que sus estudiantes empiezan la universidad con más responsabilidades y retos en el trabajo, la escuela, la familia y la vida, y todo eso pueden dificultar el camino hacia la graduación. Dicen que la universidad también recibe en general menos dinero del estado para educar a cada estudiante que otras escuelas.

Michael Benitez, que dirige la oficina de Diversidad, Equidad e Inclusión de MSU Denver, dijo que el precio de la matrícula universitaria siendo menor que el de muchas otras universidades estatales. Eso ayuda a reducir la deuda y la carga de trabajo de los estudiantes, dijo. La universidad también programa las clases para acomodar a los estudiantes que trabajan, dijo Benítez.

Aun así, los varones hispanos se gradúan en tasas más bajas que cualquier grupo, excepto los varones negros, a pesar de que muchos estudiantes se enfrentan a circunstancias de vida similares.

Para impulsar las tasas de graduación y reducir las barreras, la universidad ha creado programas como Pathways. El programa Pathways, financiado con los fondos federales para el alivio del coronavirus, conecta a los estudiantes con orientadores académicos, ofrece orientaciones para estudiantes de primer año y proporciona ayuda financiera.

Luis dijo que el programa marcó una gran diferencia con solo ayudarle a entrar por la puerta. Pero el programa es minúsculo, con solamente 125 estudiantes, su demanda es potencialmente enorme. Es injusto, dijo Luis, que haya tan pocas oportunidades como Pathways, un programa que podría haber ayudado a su hermano.

“Pienso mucho en ello”, dijo. “Es triste que no haya podido ir a la universidad, porque realmente quería ir.”

Luis es un estudiante de primer año en MSU Denver, y espera convertirse en dentista después de graduarse de universidad. Trabaja tres días a la semana mientras asiste a clases a tiempo completo. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Luis se matriculó en otoño en MSU Denver como estudiante de primer año para hacer un sueño realidad: ser dentista. Siempre le gustó que le limpiaran los dientes cuando era niño y cómo se sentía después. Está tomando clases relacionadas con la medicina y espera ir luego a la escuela de odontología. Las clases son duras, dijo, pero su preparación en la secundaria le ayudó.

Para continuar en la universidad, Luis trabaja tres días a la semana. Eso hace que los días sean largos, lo que complica su meta más inmediata: graduarse. Estadísticamente, se enfrenta a un riesgo.

Los varones hispanos de las universidades de Colorado se gradúan a niveles muy inferiores a los de sus compañeros. Entre las universidades estatales de cuatro años, la MSU de Denver tiene la tasa de graduación más baja para los varones hispanos.

Un éxito en Georgia

Una escuela que ha estado a la vanguardia graduando estudiantes de primera generación es la Georgia State University. Esta institución educa mayormente a estudiantes de color que son los primeros de su familia en ir a la universidad o que tienen bajos ingresos. Sus estudiantes hispanos y negros se gradúan al mismo ritmo que los blancos.

Timothy Renick, que dirige el National Institute for Student Success at Georgia State, dijo que la universidad lleva cuenta electrónicamente de los factores de riesgo que cada estudiente enfrenta a diario, y esto incluye no cumplir los plazos de entrega escolares o tener problemas financieros. La universidad toma en cuenta 800 posibles riesgos. Eso significa que si una crisis laboral o de vida interfiere con los estudios, la universidad puede tratar de intervenir.

“En vez de esperar que los estudiantes en cada uno de esos casos diagnostiquen el problema y acudan a nosotros en busca de ayuda, nosotros nos estamos comunicando proactivamente con ellos en un plazo de 24 o 48 horas después de detectar uno de esos problemas”, dijo Renick.

En Colorado, ninguna universidad lleva notas tan detalladas sobre los estudiantes.

Los días de trabajo, Luis y su madre entran a trabajar en la fábrica a las 6:30 am. Él usualmente trabaja hasta la hora de almuerzo y luego se dirige a la casa para hacer la tarea o toma el tren para ir a sus clases. Su gerente le da flexibilidad para trabajar de acuerdo con su horario de clases.

Luis se levanta a las 7 de la mañana hasta los días en que no trabaja.

Luis se pregunta si podrá mantener el intenso horario de trabajo y de estudios a tiempo completo, pero dice que se siente equipado para hacerlo. (Eli Imadali for Chalkbeat)

Él trata de ayudar en la casa o pasar tiempo con sus hermanos menores. En los raros días que tiene tiempo para sí mismo, dice que le gusta “disfrutar un poco de la vida.” Usualmente eso incluye ver un programa de televisión.

Dice que rara vez se siente demasiado cansado. Se apoya en la fuerza de su familia y en su orientador del programa Pathways. Tomó un seminario de manejo del tiempo, y por eso se siente preparado para controlar su agenda.

Sin embargo, le preocupa si podrá mantener el programa a largo plazo y qué retos podrían desviarle del camino.

Modelo de conducta para una familia extendida

Después de un largo día, los hermanos Hernández a veces pasan el rato juntos en el sofá. Luis suele hacer tarea en su computadora portátil. Jimy podría estar viendo las noticias o navegando en su teléfono.

También pasan tiempo con sus dos hermanos menores, Alejandro, de 13 años, y Brian, de 14. Los hermanos Hernández mayores tienen las mismas expectativas universitarias de sus padres para sus hermanos menores.

“Siempre les digo que se queden en la escuela y que hagan algo por sí mismos”, dijo Jimy.

Y Luis espera poder ser un ejemplo a seguir para sus hermanos, así como para otros varones hispanos que aspiran a obtener algún día un título universitario.

“Tengo mucha presión por ser el primero en ir a la universidad”, dijo. “Pero mis primos y hermanos me admiran y ven lo que estoy haciendo. Quiero ser una inspiración para ellos.”

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